En mayo de 2021 preparamos un formidable viaje a Rusia al que esperamos nos acompañen muchos amigos de Oneira club de viajeros. Nos permitirá descifrar en parte lo que se ha llegado a definir como “alma rusa”, que a su modo han definido los grandes literatos Dostoievski, Gogol o Tolstói, entre otros. Sí me gusta subrayar, hablando de Rusia,  lo que Dostoievski afirmaba en una de sus novelas: sólo la belleza salvará el mundo. El pueblo ruso ha sido un gran amante de la belleza, de todo orden, como lo somos nosotros, viajeros del tiempo que agotamos nuestras pequeñas vidas recorriendo las bellezas del orbe. Hoy quiero hablaros de un artista extraordinario, también gran viajero e intelectual: Nikoláis Roerich. Se exponen sus obras muy cerquita…

Si merece la pena la visita a la Colección del Museo Ruso de Málaga en cualquier momento, es doblemente interesante acercarse por allí estos días, no más tarde del 1 de marzo de 2020, que finaliza la exposición de Nikolái Roerich (San Petersburgo, 1874 – Kulú, 1947), para disfrutar con las obras de uno de los grandes maestros del arte universal, gran representante del simbolismo ruso y extraordinario personaje de su tiempo. Son 70 obras pertenecientes a toda su trayectoria pictórica que entre sus aspiraciones contaba llegar a ser un maestro de la paz y la espiritualidad.

Este artista cuasi renacentista fue un visionario, pacifista, viajero, arqueólogo, profesor, escritor, figura pública, intelectual y fundamentalmente pintor. Sus trabajos se basan en santos y leyendas de la Gran Rusia y el mundo eslavo, y sus tradiciones populares. Además de sus lienzos, cultivó una pintura monumental y decorativa, realizando frescos, mosaicos y creo vestuarios y decorados para obras teatrales.  Entre sus grandes sueños se encontraba alcanzar a descubrir el mítico reino oculto de Shambhala, que desde hace miles de años los más románticos sitúan en algún punto del Tíbet, entre los picos nevados del Himalaya y sus valles; un reino donde prevalece la paz universal. James Hilton escribió sobre esta ciudad mística en 1933 “Horizonte perdido” y Hollywood la llevó al cine en 1960 en “Sangri-la”.

El artista comentó sobre los Himalaya:

¿En qué otro lugar se puede encontrar tanta alegría en un amanecer como en el Himalaya, donde el azul es más intenso que los zafiros; donde los glaciares brillan desde la distancia más lejana como diamantes incomparables?

Este lugar misterioso siempre atrajo el interés de nuestro inefable maestro ruso, quien en 1923 junto con su familia se dispuso a emprender una expedición a territorios de Oriente, para estudiar costumbres, idiomas, religiones y culturas de aquellas distantes regiones. Fueron cinco años recorriendo países como el Turquestán chino, Altai, Norte de la India, Mongolia y Tíbet. Se afirma que durante aquella expedición se hicieron varios descubrimientos geográficos y etnográficos. De sus aventuras nos quedan más de 500 pinturas reflejando la evolución de su filosofía de vida y su percepción de los lugares visitados.  Al finalizar su expedición, Nikolái se instaló con su mujer, su inseparable y fiel esposa Ivánovna Sháposhnikova, e hijos en el Valle Kulú, al pie de estas grandes montañas, ante una vista extraordinaria, los Himalayas, que siempre cautivaron a Roerich, considerándolos entre los más sagrados de la Tierra.

Tras un encuentro de Roerich con Leon Tolstói, le dijo este último tras conocer su obra.

¿Ha podido, por casualidad, cruzar en barca un veloz río? Es menester guiar la barca a un lugar más alto que la meta, o el río se la lleva. Lo mismo pasa en la esfera de las exigencias morales: hace falta guiar la barca hacia lo más alto posible, pues la vida se lo lleva todo. Que su mensajero maneje el volante muy alto, ¡entonces llegará!

Nikolái Roerich se mantuvo firme en sus creencias y valores pictóricos y filosóficos hasta el final de su vida, completando sus últimos días al pie del Himalaya, pintando panoramas de montaña, obsesionado con la búsqueda de Shambhala, en la mejor tradición de sabiduría oriental, en búsqueda de autoconocimiento y revelación espiritual.

En el valle de Kulu, donde ardió una pira funeraria, fue instalada una gran piedra rectangular con la inscripción: “Aquí el 15 de diciembre de 1947, fue entregado al fuego el cuerpo de Maharisha Nicolás Roerich, gran amigo ruso de la India. Que haya paz”.

Alberto Bermejo 

ONEIRA club de viajeros

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