Siracusa y La Oreja de Dionisio

Una de las visitas que más me sorprendieron en mi viaje a Sicilia del pasado verano fue conocer la Oreja de Dionisio sobre que no me extendí excesivamente en el artículo que publiqué en nuestro blog hace unos meses.

La Oreja de Dionisio es una gruta situada en la ciudad de Siracusa, con una historia espléndida, con uno de los patrimonios arqueológicos más importantes de Sicilia. Fundada en el siglo VIII a. C., la antigua colonia helénica (conocida como la ciudad griega clásica más grande fuera del país) era 3 veces más grande que la de la actualidad, habiendo sido la tercera población más próspera del mundo griego y de especial importancia en el Mediterráneo. Esta se divide en 2 partes, la zona moderna de la ciudad y el centro histórico de la isla, Ortigia, surgido hace casi 3 mil años.

Un camino que se encuentra circundado por arbustos y vegetación conduce a La Oreja. La luz se encuentra en la primera parte de la gruta, a continuación hay que acostumbrarse a la oscuridad. Aquí, donde nació y murió Arquímedes (en la puerta de Agrigento se halla su tumba), se encuentra esta famosa gruta de 65 metros de largo, 23 metros de alto y entre 5 y 11 metros de ancho. Es una oquedad natural en una pared de roca caliza que fue ampliada y dispuesta por antiguos pobladores de Siracusa cavada en la colina de las Temenitas. A causa de su diseño en forma de oreja posee una acústica fascinante, permitiendo que un pequeño sonido retumbe en su interior. Nadie se resiste a la atracción de hablar fuerte, cantar y hasta gritar para escuchar el efecto.

Su nombre, Orecchio di Dioniso, fue fijado por el sensacional pintor Caravaggio, exiliado en Sicilia por su alborotada vida en Roma (asesinato de por medio) que advirtió un extremado parecido a una oreja. Dionisio I el Viejo, en cambio, fue un famoso tirano de Siracusa que en el año 413 a. C. aprisionó en las canteras a presos atenienses derivados de la guerra del Peloponeso y a disidentes para forzarlos a labrar la piedra de la gruta que recibe su nombre.

Según la leyenda, aprovechaba la acústica de la cueva para enterarse a escondidas de los planes y secretos de los presos. Otro mito terrible sostiene que Dionisio le dio esa forma a la cueva con el fin de amplificar los gritos y lamentos de los cautivos cuando estos eran torturados y ejecutados.

Daniel Bermejo

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Sicilia, entre África y Europa

¿Sabéis que podemos descubrir lugares maravillosos en todo el mundo por muy poco dinero? Al menos, los que todavía estamos enrolados en la Universidad debemos buscarnos las castañas para poder hacer lo que más nos gusta, en mi caso, viajar. Mi aventura en Sicilia comenzó gracias al proyecto estudiantil AEGEE, una de las organizaciones de estudiantes más grande de Europa, que cada año organiza las conocidas “Summer Universities”. Este evento me permitió a mi y a otras 50 mil personas entender y explorar la dimensión multicultural del continente europeo, eligiendo, en mi caso, el destino Sicilia, junto con otros 40 jóvenes más, casi todos de distintos países de Europa, que disfrutamos 13 días en la isla. La verdad es que mi primera opción fue viajar a Grecia, aunque finalmente me decanté por Sicilia y tenía mis razones.

Siracusa, Catania, Taormina, el volcán Etna y otros muchos lugares decantaron la balanza por esta preciosa isla de Italia, si bienes importante decir que en toda la península podréis descubrir increíbles lugares, repletos de aguas azul esmeralda, patrimonios artísticos inigualables y una apasionante diversidad cultural que es envidiable alrededor del mundo. ONEIRA club de viajeros, por cierto,  organiza el próximo mes de enero de 2019 un viaje a Nápoles y Costa Amalfitana, donde visitaremos pueblos colgados de montañas frente al mar, Pompeya y Herculano, Nápoles y otros lugares que deseamos descubrir junto a vosotros.

Pero centrémonos en Sicilia. Fueron 13 días, como indiqué, a principios de agosto, que comenzaron con mi vuelo a Roma. La verdad es que en esta época volar a Sicilia es bastante caro, por lo que el mejor precio que encontré (que no fue barato) fue saliendo de Madrid a las 06.00 AM, pero claro, yo vivo en Alicante, por lo que me hice con un blablacar por la tarde, a eso de las 18.00, para llegar a Madrid sobre las 23.00. El caso es que, después de esto y de un autobús hasta la T2 de Barajas, me quedaban 6 horas y media de espera para poder volar, primero hacia Roma y 3 horas después hacia Catania, como si de un vuelo transoceánico se tratara. Tras la larga espera, embarqué con Alitalia y terminé llegando a Roma.

Mi presencia en el Aeropuerto de Fiumicino fue corta, ya que estaba deseoso por llegar a esa isla del aires barrocos, de templos griegos, de villas romanas, de catedrales normandas, de pueblos marineros y de deliciosa gastronomía. Finalmente, embarqué y acabé aterrizando en Catania. Al ver que la persona que debía recogerme no aparecía, estuve a punto de aventurarme a coger el transporte público en Sicilia, bien conocido por lo desastroso que es, pero encontré a mi cicerone y me llevó hasta el coche de la organizadora, que me esperaba en un amistoso y pequeño Fiat 500, haciéndome sentir como un italiano desde el primer día.

Hasta ese momento había dormido poco más de dos horas y comenzaban 13 días en las que cada noche fuimos a una fiesta distinta en las lidos (playas privadas) más geniales de Catania. Desde ahí fuimos al alojamiento, circulando por una preciosa ciudad que me recordó aquellas películas del neorrealismo italiano. Edificios y coches antiguos, vendedores ambulantes y una gran vitalidad, aunque también un tráfico caótico medio moruno en sus ciudades, que no podrían entenderse sin este perfecto caos.

Al día siguiente de la fiesta que daba inicio a la summer, visitamos Taormina. Construida sobre una montaña escarpada, el encanto de la ciudad viene por una mezcla mediterránea de mar, calles empedradas, ruinas griegas, flores y piezas cerámicas pintadas con arte. Aquí entramos por la Puerta Messina y nos adentramos por la calle Umberto, repleta de adoquines y de tiendas turísticas. Muy cerca vimos la iglesia de Santa Caterina, construida sobre los restos de un odeón romano en el siglo XVII. Siguiendo Corso Umberto, vislumbramos La Piazza IX Aprile, con unas increíbles vistas a la costa y al volcán Etna. Desde aquí pudimos entrar en el centro histórico de Taormina, destacando el Palacio Ciampoli, gótico catalán del siglo XV y el Duomo de Taormina dedicado a San Nicolás de Bari. Finalmente, y de visita obligada en la ciudad, llegamos al Teatro de Taormina, una de las joyas más preciadas de Sicilia cuya imagen es deseada por cualquier persona, con vistas a la costa y el perfil legendario del Etna al fondo. Construido en el siglo III por los griegos, fue modificado por los romanos cambiando las tragedias griegas por los tradicionales combates de gladiadores. Algunos compañeros subimos ciudad arriba y nos situamos en la parte alta, en el Santuario Madonna della Rocca, donde obtuvimos las mejores vistas de la ciudad. Finalmente, fuimos a la Reserva Natural de Isola Bella y nos bañamos en aguas de color azul esmeralda. 

Un día después visitamos Catania. Bajo el volcán Etna, la ciudad ha sido destruida 7 veces por sus erupciones y por sus fuertes terremotos, siendo las más significativas las del año 1169 y la del 1693. La ciudad fue declarada en 2002 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y actualmente se está restaurando para llevarla a un gran nivel. Por esta increíble ciudad aparecieron normandos, bizantinos, árabes y españoles, dejando a su paso huellas que todavía se mantienen en la memoria colectiva. Como nuestro alojamiento se encontraba en la ciudad, la visitamos varias veces tanto para conocerla como para hacer actividades joviales. Estuvimos en la Plaza de la Catedral donde vimos el Comune y la famosa catedral de Catania, el Duomo alrededor de la Fuente del Elefante, el mercado de la Fiera y de la Pescheria, los Jardines Bellini, San Nicolo y el convento de los Benedictinos y otros muchos lugares. Como descanso y como de costumbre, terminamos en una lidoa las afueras de la ciudad.

La visita al volcán Etna comenzó más tarde que pronto ya que hubo un retraso en el bus que debía acercarnos hasta una considerable altura. Allí, paramos para comer (imaginad si fue tarde) y después, hicimos una actividad que tomó un par de horas antes de ascender al Etna. Desgraciadamente y con la mala organización detrás, nos llovió e hizo de nuestra ascensión una subida de una hora de ida (200 o 300 metros de desnivel) y otra hora de bajada, aunque, a pesar de ello, las vistas fueron increíbles. Además, también vimos marcas en el suelo de lava solidificada reciente ya que el Etna es un volcán activo. Lo último que observamos fue un valle tremendamente bonito donde parte estaba calcinado por la lava y otra parte se mantenía vivo.

La última visita a destacar y para no alargar mucho esto, fue Siracusa. Con una historia riquísima, la península de la Ortigia cuenta con uno de los patrimonios arqueológicos más importantes de Sicilia. El parque arqueológico de Neápolis con su anfiteatro romano, el teatro griego, las Latomias, la Oreja de Dionisio (hay una historia increíble sobre esta gruta) y la gruta de los Capuchinos, donde en la época de los griegos, los esclavos debían extraer bloques de piedra caliza para la construcción de edificios y murallas. Se conservan dibujos de patios, callejuelas y plazas ocultas, repletas de arquitectura barroca tan característica de la Sicilia Oriental. En la Piazza del Duomo junto con la iglesia de Santa Lucía alla Badia, ubicamos la catedral de Siracusa, espléndida a la luz del día. Ya junto al mar y repleta de agua dulce, vimos la fuente Aretusa, un estanque con patos, peces y plantas de papiro, relacionada con la leyenda de amor entre el Dios del río Alfeo y la Ninfa Aretusa, marcando el lugar con cierto misticismo. Desde aquí continuamos por el paseo marítimo, con unas vistas alucinantes al mar y donde cualquiera podía disfrutar de estas sentado en una de sus terrazas. Finalmente, llegamos al castillo Maniace, construido hace casi 800 años por Federico II, encargado de defender la península siracusana.Sicilia, como otros increíbles destinos de los viajeros, es una isla que para verla completamente y de la forma más especial necesitaríamos de mucho tiempo. Con gente de distintas razas y etnias, conviven a diario recordándonos la cultura y tradición europea del último milenio y a su vez los preciosos detalles y mercados árabes de Marrakech. Aquí y allí, entre conductores que parecen inexpertos y gentes que nos hacen sentir de una forma muy particular y única, nos adentramos a una isla que despierta nuestro interés entre algo comparable a África y Europa.

Daniel Bermejo

ONEIRA club de viajeros

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