El próximo mes de diciembre de 2019 Oneira viajará al Antiguo Egipto en un apasionante viaje que estamos preparando para todos los amigos y viajeros que nos acompañan en nuestros viajes en grupo. Continuamos refiriendo algunas historias relevantes sobre el Antiguo Egipto como aperitivo de nuestra fascinante aventura.

Howard Carter, el egiptólogo y arqueólogo más célebre de todos los tiempos nació en Londres en 1874.  Fue el protagonista del descubrimiento arqueológico más fascinante de los tiempos modernos: la tumba y el tesoro de Tutankamón, en 1922.

Howard Carter escribiría sobre el descubrimiento de Tutankamón:

Finalmente he hecho un descubrimiento maravilloso en Valle, una tumba magnífica con sellos intactos… Al principio no vi nada; el aire caliente que salía de la cámara hacía parpadear la llama de la vela… luego una serie de figuras fueron tomando forma: extraños animales, estatuas… el destello de oro… permanecí mudo de asombro… Cuando Lord Carnarvon  (el mecenas que le financiaba) preguntó ansiosamente “¿Puede ver algo?” todo lo que pude decir fue: “Sí, cosas maravillosas ”.

Esta magnífica historia la descubrí hace mucho tiempo tras la lectura de uno de los mejores libros de arqueología “Dioses, Tumbas y Sabios” de C.W. Ceram,  que narra las aventuras de intrépidos arqueólogos empecinados en descubrir secretos de civilizaciones desaparecidas. El apartado dedicado a Carter y Tutankamón se lee como una novela, es fascinante. Aquí tenéis un enlace al libro en Amazon.

Y sabemos que la de Tutankamón es una de las tumbas más pequeñas de la necrópolis tebana, pero es la más famosa por los descubrimientos realizados, que pueden contemplarse y disfrutarse en toda su amplitud en el Museo Egipcio de El Cairo. Todos los intentos de pillaje en la Antigüedad fracasaron estrepitosamente; los escombros de la excavación vecina de Ramsés VI taponaron la entrada a la tumba, permaneciendo excepcionalmente oculta para los profanadores durante siglos. Los inmensos tesoros de la tumba de Tutankamón convirtieron a este modesto faraón en un fenómeno mundial.

Una creencia errónea, convertida en “La maldición de Tutankamón” sugería que todos los miembros del equipo de excavadores de la tumba murieron de forma misteriosa poco después del hallazgo. No es cierto.  En 1932 diez años después de la apertura, solo habían fallecido 6 personas de las 26 que estuvieron presentes. Y las 10 que vieron como el cuerpo fue desvendado estaban vivas a los 10 años. Lady Evelyn, hija de lord Carnarvon, que estuvo presente en todas las etapas del descubrimiento murió octogenaria, en 1980 y Howard Carter moriría de viejo en 1939. ¡No hay maldición alrededor de Tutankamón!

Si bien es cierto que el cuerpo del faraón fue sometido a un TAC (Tomografía axial computerizada) en 2005, apreciándose en el interior del cráneo dos esquirlas de hueso, lo que evidenciaría un golpe mortal asestado por la espalda al joven faraón. Y es que su reinado coincidió con una etapa crítica para el futuro de Egipto. Pues exactamente fue allí en Egipto, hace 3.500 años, cuando Akenatón, el faraón esposo de Nefertiti  y padre de Tutankamón desplazó a 2000 deidades egipcias (como Osiris y Amón)  y declaró que el Sol era el único dios, dedicándole todo tipo de alabanzas que tenemos escritas. “¡Oh, Dios único, inigualable!”. Este experimento monoteísta resultaría efímero; dado que a la muerte de Akenaton su hijo Tutankamón tomó la decisión de retornar al culto tradicional, a los dioses de toda la vida, tras sufrir una gran presión por parte del clero de Amón. En estas circunstancias un regicidio no resultaba en absoluto extraño. Sin embargo, el análisis del TAC realizado al faraón finalmente arrojó la conclusión de que los golpes en la parte posterior de la cabeza de Tutankamón fueron realizados post morten, con toda probabilidad durante el procedimiento de recuperación del cuerpo por parte de Carter, que no fue sencillo por encontrarse pegado al sarcófago interior. Conclusión: no hubo violencia ante morten.

El 3 de febrero de 1922 quedó por fin al descubierto el magnífico sarcófago de admirable artesanía tallado en un bloque macizo con 2,75 m de largo, 1,47 de ancho y 1,47 de alto con las diosas Isis, Neith, Neftis y Selkit talladas en altorrelieve sobre él. La solemnidad del momento podemos imaginarla: se desenterraba, con el mayor respeto, a un rey del Antiguo Egipto que vivió treinta y tres siglos antes de nuestra era. Dentro del sarcófago se encontró la esfinge de oro del joven rey y diversos féretros antropomorfos (unos dentro de otros) que contenían los restos mortales del faraón. Todo lo que precisaba Tutankamón para la vida en el Más Allá se encontraba en distintas salas anejas: Muebles, carros, vasijas, cofres, estatuas, alimentos, etc. En la máscara funeraria, sobre la frente estaban esculpidas Nejbet, el buitre y Bruto, la serpiente, símbolos de los dos reinos. En el mentón, la barba simbolizando a Osiris y un collar de oro y cerámica azul en el cuello. Su momia se encontró en el interior del tercer sarcófago, manos recubiertas de oro y cruzadas sobre el pecho, con un látigo y un báculo. Buena parte de todos estos tesoros se encuentran expuestos en el Museo Egipcio de El Cairo. Hoy en día, esta historia sigue formando parte de la fantasía y los sueños de muchos aficionados e investigadores sobre el Antiguo Egipto.

Alberto Bermejo

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