Las leyendas y los mitos se han asentado alrededor de la figura del Antiguo Egipto, al que regresamos con Oneira club de viajeros en Mayo de 2020 (viaje aplazado por excepcionalidad COVID-19),  aunque una de las más populares por todos los apasionados de su historia es la batalla entre dos  dioses, Horus, hijo de Osiris e Isis y su tío Seth. Los habitantes del Antiguo Egipto emplazaron en Edfú la contienda, triunfante para el poderoso Horus. Edfú es una  ciudad ubicada en un amplio valle en la orilla oeste del río Nilo, a unos cien kilómetros al sur de Lúxor y a salvo de las inundaciones anuales del río. Su nombre actual proviene de su antiguo nombre “Djeba” que se refiere a “El lugar del castigo”, puesto que los adversarios del dios Horus eran trasladados a este lugar para ser castigados. Allí descubrimos el fabuloso Templo de Horus.

Edfú fue una próspera ciudad griega en épocas antiguas, renombrada popularmente como Apolinópolis Magna, en nombre del dios principal Horus Apolo. En este lugar y en la época ptolemaica (entre el 237 y el 57 a. C., fechas inscritas en las paredes del templo), se construyó un templo consagrado al dios Horus de Behedet, divinidad que se veneraba en este emplazamiento desde la época predinástica y que aunaba elementos de la arquitectura griega y de los templos egipcios. El Templo de Horus se erigió a partir de arenisca y se construyó sobre una pequeña elevación natural del terreno de rocas y arena, siendo el templo mejor conservado y más completo del país, con una longitud de 79 metros de ancho y 137 metros de largo. Los relieves en paredes proporcionan información a los arqueólogos sobre los rituales del templo y el gran poder que detentaban los sacerdotes. Accedemos por debajo del Pilón cruzando un patio hasta la Primera Sala Hipóstila o pronaos. Pasear por sus grandes y sombrías cámaras induce una sensación de respeto y asombro a partes iguales ante los grandes misterios de esta civilización. El gran sacerdote se purificaba en la Casa de la Mañana y se dirigía a la Biblioteca para coger el papiro con la liturgia del día. La Segunda Sala Hipóstila comunica al oeste con la Cámara del Nilo, donde los sacerdotes realizaban sus abluciones y era laboratorio de ungüentos y perfumes para ungir a la estatua del dios. En la Sala de las Ofrendas se depositaban los alimentos ofrecidos a los dioses. En ciertas ocasiones se exponía la estatua de la divinidad a los rayos del sol desde la Terraza para recargarse de energía divina. En los bajorrelieves, aquí observamos entre otros, la procesión de los sacerdotes. El Santuario albergaba también la barca de Horus.  En el Mammisi (maternidad) situado sobre el atrio de un gran templo se representa el nacimiento anual del niño divino Harsomtus, hijo de Horus y Hathor.  En una pared del recinto encontraremos los restos del nilómetro, que medía el nivel del agua del río y ayudaba a predecir la siguiente cosecha. 

En las proximidades del templo quedan restos de construcciones e inclusive necrópolis, que se remontan a tiempos del Reino Antiguo y del Primer Período Intermedio, aunque no es lo único que se conserva del santuario. Antes de la construcción del templo en la época del Reino Nuevo, existía un templo del cual se conserva su pilono encajado en uno de los anexos del patio del templo ptolemaico. Gracias a su gran estado de conservación, los expertos pudieron hacerse una idea de como fueron los templos egipcios, como por ejemplo a partir de los muros del Templo de Horus, los cuales poseen una extraordinaria fuente de conocimiento ya que en ellos se puede apreciar las tradicionales escenas cosmogónicas, junto a otras menos conocidas (aunque no menos importantes) como son los quehaceres del templo y los trabajos que realizaban los religiosos y las ceremonias practicadas en su interior. De hecho, existe una curiosidad que salta a la vista, y es que, en una de las anotaciones del muro, se narra como el arquitecto Imhotep, encargado de la construcción de la pirámide escalonada de Djoser (levantada 2350 años antes que el templo de Edfú), también fue el encargado de la construcción del templo de Horus y quien en estos tiempos había sido alzado al estrato divino. Estos muros servían de hogar para el dios Horus, pero también se organizaba en su interior la “Fiesta del Bello Encuentro”.

Se concibió la celebración durante la cual, una vez al año, la diosa Hathor se veía con Horus en su templo. La diosa Hathor era transportada en un barco de ceremonias hasta la ciudad de Edfú, donde Horus la aguardaba en el muelle del templo. Una vez reunidos, los dioses eran conducidos en procesión junto a bailes y música a partir de sistros y cuando alcanzaban el interior permanecían juntos durante 2 semanas. En su interior se encuentra la entrada, el patio y una capilla embellecida con anotaciones en los muros que simbolizan acontecimientos del nacimiento de Horus y de otras divinidades faraónicas que colaboraron en la gestación y nacimiento. El acceso al templo consta de un pilono, el más alto que se guarda en el país, con 37 metros de altura y embellecido con acontecimientos bélicos. Al traspasar el pilono se accede a un patio amplio donde se practicaban las ofrendas, las cuales eran entregadas por parte de los habitantes a la divinidad de Horus. El patio está cercado por columnas con ilustraciones florales en 3 de sus caras y más allá de este se sitúa el vestíbulo de la sala hipóstila, la sala hipóstila y 2 recibidores contiguos cada uno de ellos ornamentados con escenas que encarnan deidades, batallas, matrimonios y ofrendas. La envergadura y repercusión del templo de Horus no comprende de límites. Aquí, tanto historiadores como arqueólogos han obtenido cuantiosa información sobre religión, lenguaje y costumbres del periodo del Antiguo Egipto que ha supuesto un extraordinario conocimiento sobre la cultura faraónica y el desarrollo de la civilización egipcia.

Daniel Bermejo

Alberto Bermejo 

ONEIRA club de viajeros

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