La espiritualidad japonesa: sintoísmo y budismo zen
Estamos volcados con la organización de los dos grupos a Japón de ONEIRA club de viajeros. En noviembre de 2024 descubiremos el país del Sol Naciente y además tendremos ocasión de conocer el Japón más espiritual, con las visitas a templos sagrados del sintoísmo y el budismo en dicho destino. Si quieres acompañarnos en nuestro viaje a Japón ONEIRA hay plazas disponibles en estos momentos. Vamos a seguir conociendo en profundidad este maravilloso país, de gran belleza exterior e interior.
El espíritu japonés ha demostrado una capacidad creativa sin igual apreciable en su particularísimo conjunto de tradiciones. Por ello, a la hora de abordar la relación de la cultura japonesa con la religión y la espiritualidad, conviene ceñirse a unos comentarios breves sobre dos de los pilares más famosos y reseñables del alma japonesa: el sintoísmo y el budismo zen. Sigue leyendo en nuestro blog ONEIRA:
Sintoísmo: El paganismo japonés
El sintoísmo, “el camino divino”, es la religión más antigua de Japón, basada en la adoración de las fuerzas de la naturaleza y los antepasados. Sus características no nos son extrañas, pues hunde sus raíces en las creencias animistas y chamánicas que podríamos catalogar de universales en el espíritu humano. En casi todos los lugares de la tierra, el hombre encontró una primera religión en esas fuerzas primordiales que percibía como poderosas y que no alcanzaba a comprender, como los fenómenos naturales de todo tipo, los accidentes geográficos o los propios animales que habitaban en los bosques. En el caso japonés, estos dioses o espíritus recibieron el nombre de kami “lo que está por encima de los hombres”, y de la misma forma que en el paganismo indoeuropeo, estos espíritus divinos se contaban por miríadas, reflejándose en este politeísmo las infinitas fuerzas naturales. A diferencia de las religiones monoteístas, esta carece de fundador, de profeta, de texto sagrado y de cualquier ningún interés proselitista. En suma, es una religión estrictamente enraizada en el territorio, en los valles y montañas del archipiélago japonés. Entre sus prácticas rituales encontramos ritos de purificación, de veneración a los antepasados y de ofrenda de comida y bebida a los kami, de una forma muy similar al paganismo griego. De los kami se considera que se manifiestan en lugares de especial belleza natural, por lo que los santuarios habitualmente se encuentran en hermosos paisajes, lo que otorga a esta religión de un cariz especialmente armónico en lo que se refiere a la relación entre el hombre y la naturaleza.
Hoy en día el sintoísmo se ha entrelazado de forma indistinguible con la cultura japonesa. Aún hoy una gran parte de la población participa de festividades, ritos y tradiciones de raíz sintoísta e incluso otras prácticas espirituales, como la del budismo zen, no han podido sustraerse a la influencia del sintoísmo y ha visto a sus máximos exponentes ser transformados en kamis e integrarse en el conjunto de deidades del panteón tradicional.
El budismo zen: la búsqueda sin ambages del satori
El budismo zen llegó a Japón desde China en el siglo XII, como parte de la corriente más amplia del budismo Mahayana. El zen, que deriva del término sánscrito “dhyana” que significa “meditación” o “estado de absorción”, se diferencia de otros tipos de budismo, más ritualistas y doctrinales, en su particular énfasis en la meditación y la experiencia directa de la realidad, más que en el estudio de escrituras o la adoración.
La práctica central del budismo zen es el zazen, o meditación sentada, en la que los practicantes se sientan en silencio, generalmente con las piernas cruzadas y la columna recta, mientras se enfocan en la respiración. El objetivo de la práctica es alcanzar el “satori”, el equivalente zen del nirvana, una suerte de despertar hacia la verdadera naturaleza de la realidad.
Este énfasis tan práctico y averso a la teorización y a otro tipo de prácticas le confirieron rápidamente un carácter singularísimo al zen. De este espíritu salieron los koan, los pequeños cuentos que desafiaban la razón y la lógica con la que los maestros trataban de romper los esquemas mentales de sus alumnos para que los abandonaran en pos de una experiencia meditativa total. La propia definición de religión se pone en entredicho ante una espiritualidad como esta, que evita pronunciarse ante cuestiones como la divinidad, el alma o la muerte. Es este enfoque tan especial, tan directo, lo que propició su propagación por todo el mundo, en especial en los países occidentales en los años 60. Cuando tras las sucesivas crisis culturales que azotaron las sociedades del viejo y nuevo continente (mayo del 68, los hippies, la contracultura…) la juventud buscó alternativas a la cultura imperante, encontraron en el zen una simplicidad y austeridad que permitía ser adoptado por cualquier persona del mundo.
El rigor y la sencillez que subyace en el corazón del zen pronto permeó en todas las áreas de la cultura japonesa, desde el arreglo floral, hasta la ceremonia del té o la arquitectura. Su fama no ha sino aumentado con el paso del tiempo, y aguanta perfectamente el tipo ante los cambios de la sociedad moderna, tecnológicamente avanzadísima pero ávida de recogimiento.
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A. Bermejo Vesga
ONEIRA, un viaje a tus sueños
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