El 10 de agosto de hace 500 años embarcaron en Sevilla 241 marineros de diversas nacionalidades,  al mando del portugués Fernando de Magallanes, en búsqueda de una nueva ruta hacia las islas Molucas, el paraíso de las especias. Con financiación de Carlos I de España, dado que el enemigo rey Manuel de Portugal no apoyó la expedición.  5 barcos y 100.000 kilómetros. 3 años después regresaron únicamente 18 tripulantes en la nao Victoria, en condiciones de salud lamentables, harapientos y famélicos,  al mando del vasco Juan Sebastián Elcano, que se puso al frente de la expedición tras la muerte de Magallanes en Filipinas. Así completaron  una gesta ibérica, histórica: la primera vuelta al mundo, de la que hoy celebramos su V Centenario. Comparable salvando distancias con la conquista del espacio. Sevilla inicia este sábado los fastos y celebraciones por esta gran proeza que ha marcado la historia de la humanidad, en el que portugueses y españoles de hace cinco siglos fueron protagonistas. Os contamos con cierto detalle esta aventura.

Lo que vivieron nuestros protagonistas hace 500 años fue una verdadera odisea, una auténtica proeza. Estos hombres además de circunnavegar el globo terráqueo cruzaron América por un estrecho desconocido, surcaron el temible océano Pacífico y navegaron por el laberíntico archipiélago de las Filipinas, encontrando las míticas “islas de las Especias”, el Eldorado ambicionado por las potencias del s. XVI.  Uno de los marineros, Antonio Pigafetta, aficionado a la antropología, llevó un diario sobre la epopeya; gracias a él disponemos de mucha información sobre esta temible aventura.

Magallanes puso proa hacia las costas de África, una singladura complicada. Bartolomé de las Casas describió al obcecado Magallanes como hombre “de aspecto no muy brillante, bajo, cojo, muy tenaz y de gran valor”. Las iniciales lluvias y el viento dejaron los barcos 60 días a la deriva. La calma ecuatorial posterior también hizo mella en la tripulación. Recordemos que en esta época se hablaba del “non plus ultra”, es decir, nada más allá del océano, el mar tenebroso. Piojos, chinches y todo tipo de bichos y ratas eran incómodos compañeros de viaje, en un ambiente enrarecido. En los primeros meses de viaje ya circulaban rumores de motín. El marinero Antonio Salamón fue ajusticiado acusado de sodomía. Tras un naufragio en las Indias portuguesas algunos capitanes se rebelaron. Magallanes fue implacable con los motines y los castigos eran implacables. Llegó a cortar la cabeza del jefe principal y lo descuartizó. En la Patagonia abandonó  al capitán español Juan de Cartagena.

En la costa americana buscaron el estrecho del que les hablaba el cosmógrafo Ruy Faleiro, el sabio chiflado que convenció a Magallanes, errando en distintas decisiones. Llegaron a intentar navegar el Río de la Plata; pero no era un estrecho.  Pasaron frío en estas latitudes, llegando a comer pingüinos. Las tormentas parecían durar siglos.

En Puerto San Julian se consuma un motín al ordenar racionar la comida, para unos hombres muy agotados. Piensan que “Magallanes los llevaba hacia el frío eterno”, como cuenta Laurence Bergreen en el libro: Magallanes. Hasta los confines de la Tierra” (Ariel). Se rebelaron 3 naves. Entre la Concepción (rebelde) y la Trinidad se dispararon balas de cañón. Magallanes aplaca el levantamiento y castiga con dureza a los amotinados dictando 40 penas de muerte, posteriormente conmutadas por trabajos forzados. Uno de los perdonados sería el marinero Juan Sabastián Elcano, el español que lideraría la vuelta a casa. A partir de Puerto San Julian los marineros temen más a Magallanes que al mar embravecido.  Los dramas continúan; la nave Santiago naufraga en la búsqueda del maldito estrecho; y los marinos se enfrentan a los indios “patagones”.

Finalmente 4 naves en octubre de 1520 atraviesan el estrecho ahora llamado de Magallanes, un conjunto laberíntico de estuarios, mareas y fiordos. Esta navegación fue “la mayor hazaña de la historia de la exploración marítima” en palabras de Laurence Bergreen. La nao San Antonio desertaría y se volvería a España. Sólo 3 barcos se adentran en el inmenso océano Pacífico, 3 meses y medio sin escalas; a bordo prevalece el hambre y el escorbuto, así como una disciplina durísima. Algunos indios abordan las naos y Magallanes los controla con baratijas y fruslerías que embarcaron en España, con el todo a ciende la época… En una de las escaramuzas Magallanes ordena un desembarco en una isla habitada del pacífico que es destrozada y saqueada.

En marzo de 1521 la flota alcanza el archipiélago de Filipinas (más de 3000 islas).  A los marineros se les permite yacer con las mujeres, sólo si estas han sido bautizadas, otra de las obsesiones de Magallanes (convertir a los indígenas). En una de las batallas en las Mactán Magallanes muere, herido, luchando con bravura.  Juan Sebastián Elcano, uno de los pocos navegantes con oficio que sobreviven y capitán de la nao Victoria, se alza como comandante de la flota.

El 6 de noviembre de 1521 llegan a las Molucas. Les recibe Al-Mansur, rey de Tidore. Un paraíso para lo que estaban acostumbrados en la travesía; una mina de especias: condimento, conservante y medicina en aquellos tiempos. Descubren que los portugueses llevaban comerciando allí en secreto durante años. La nao Victoria carga sus bodegas de especias y zarpa con 60 hombres. “Elcano decide regresar por la ruta portuguesa, por eso dan la vuelta al mundo, que no era el fin de la expedición”, cuenta María Dolores Higueras, exdirectora técnica del Museo Naval.

Los riesgos son altos para un barco solitario cargado de mercancía y hombres, que aún debe realizar una larga singladura de regreso, con caníbales a su paso, arrecifes, bancos de arena, vías de agua, sus enemigos… Alcanzan Timor, Java, y el cabo de Buena Esperanza, que consiguen atravesar. El 8 de junio de 1522 cruzan el Ecuador. El escorbuto mata a 21 marineros. En Cabo Verde y con engaños los marineros desembarcan y obtienen provisiones de los portugueses.

En condiciones deplorables los 18 europeos y 3 nativos de la nao Victoria desembarcan en Sanlúcar. 100.000 kilómetros recorridos. “La odisea más magnífica de la historia de la humanidad”, en palabras del escritor Stefan Zweig, biógrafo de Magallanes. Un periplo histórico, una gesta a recordar, de grandes y aventurados marinos, que se embarcaron en una aventura espléndida.

Alberto Bermejo

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