Recordad la cita de Napoleón,  quien desde lo alto de las Pirámides arengó a sus tropas: ¡cuarenta siglos os contemplan! Con la expedición de Napoleón (el joven Bonaparte) a Egipto de 1798 comenzó la egiptomanía en toda Europa, y más seriamente la egiptología, aunque esta última también se la vincula a 1799, fecha del hallazgo de la piedra de Rosetta que Champollion descifraría, permitiendo entender los jeroglíficos egipcios.

Os contábamos en diciembre de 2018 en nuestro blog Oneira la historia del viaje de Vivant Denon por el Antiguo Egipto https://oneira.es/vivant-denon-de-viaje-por-el-antiguo-egipto/ que formara parte del grupo de expertos en distintas ramas del saber que acompañaron a Napoleón, y  que a la postre  compilarían la  Description de l’Égypte (1809-1813) la primera obra científica sobre el Antiguo Egipto con láminas en color que sobrecogieron a todos los estudiosos de su tiempo.

La influencia que el Antiguo Egipto y la cultura faraónica ha ejercido sobre nuestra propia cultura occidental es de gran calado y hoy me permito repasar algunos de estos elementos, que a buen seguro serán desarrollados en nuestro viaje Oneira de diciembre de 2019, aquellos que ya formáis parte del grupo de viajeros.

Sin ir más lejos podemos fijarnos en la iconografía cristiana, ¿hasta qué punto la mayoría de los iconos y símbolos cristianos pertenecen a la tradición judeocristiana?.  Fijémonos en algunos ejemplos representativos: la creencia en la resurrección de base cristiana la encontramos originariamente en la resurrección de Osiris, asesinado por Set y devuelto a la vida gracias a su esposa Isis. ¿A qué os recuerda la representación cristiana de la Virgen María con su hijo Jesús en su regazo? Pues ni más ni menos a las muy extendidas representaciones de Isis (incluso alguna Isis negra) con Horus sobre sus rodillas. No deja de ser una representación de la Magna Mater.  Otro concepto importante que vemos en creencias antiguas: la psicostasis, el pesaje de las almas, procedimiento que determinaba la salvación o condenación eterna; que observamos en la referencia al Juicio Final que encontramos en la fachada occidental de la Catedral de León, con San Miguel pesando las almas. En Job, 31, 6, leemos: ¡Péseme Dios en balanza justa, y Dios reconocerá mi integridad!.  Pues sabed que la referencia más antigua a la psicostasis la encontramos en el “Libro de los Muertos” originario del Antiguo Egipto, pesando el corazón y la pluma.  Los condenados, recordemos, se encuentran con el Leviatán o demonio en el infierno cristiano, y de forma similar en la iconografía egipcia éstos se enfrentan a una bestia salvaje que los devoraba, siendo quemados o cocidos en un caldero. Otro ejemplo curioso, la imagen de  San Jorge o San Miguel lanceando a un dragón, una escena muy característica de nuestra tradición cristiana. Pues bien, en las pareces o bajorrelieves de los templos egipcios aparece Horus alanceando a su tío (Set) -representado por distintos animales- por haber matado a Osiris, lo cual nos resulta de lo más curioso.

Los obeliscos son otro ejemplo de la influencia que Egipto tuvo en nuestra civilización occidental, aunque en este caso como incorporaciones al conjunto monumental de algunas ciudades. Para los antiguos egipcios los obeliscos son símbolos de conexión entre el rey y el dios Sol, un rayo de sol, una corriente espiritual entre el cielo y la tierra. Una especie de conductor de poder. Debían construirse en una única pieza de roca maciza; así lo creían los antiguos. Nos impresionan estas agujas de piedra que podemos encontrar por todo el mundo, iconos que se hallan en Londres, París, Nueva York, Roma, hasta en el Vaticano; un monumento totalmente pagano en medio de la Plaza de San Pedro.

La milenaria cultura del Antiguo Egipto despertó gran fascinación entre nuestros antepasados griegos, que encontraron en Egipto los orígenes de su propia civilización. Las primeras esculturas griegas mantenían la rigidez y las formas que solemos encontrar en el arte egipcio. Los primeros filósofos griegos hicieron acopio de parte de su sabiduría en visitas que hicieron al Valle del Nilo, según se cuenta en algunos registros. Los griegos quedaron asombrados por la inmensidad del Nilo, el desierto, los grandes monumentos faraónicos y por la profunda religiosidad y sabiduría de los sacerdotes y escribas. Por ejemplo, Solón o Heródoto hacen referencia a un templo en Karnak donde el dios Thot (Hermes para los griegos) registró todos los conocimientos en dos grandes columnas. Algunos mitos griegos hunden su origen en historias conectadas con Egipto; según el mito, tras ser convertida en ternera blanca por Zeus para salvarla de los celos de Hera, Ío llegó a Egipto donde recuperó su forma humana. Este mito se puede observar en un fresco del templo de Isis en Pompeya.  Los nombres de casi todos los dioses han venido a Grecia procedentes también de Egipto, según aseguraba el cronista Heródoto.

Desde siempre, la fascinación por Egipto y su civilización milenaria ha sido una constante para el mundo occidental. La cultura egipcia ha tenido un prestigio inigualable en todo el mundo antiguo y aún sigue manteniéndolos y claramente, su ascendencia, su bagaje, forma parte material e inmaterial de nuestra civilización occidental.

Alberto Bermejo 

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