En octubre nos embarcamos a un viaje excepcional a India. «Fascinación» es la palabra que resume un viaje a la India, ¿pero aún no la conoces?. Es el primero que hacemos con Oneira club de viajeros, pero con nuestro anterior proyecto viajero PERIPLOS ya viajamos allí en siete ocasiones y la conocemos bien. Personalmente la he visitado en tres ocasiones y su fragancia y su color no los olvido. Os ofrecemos para octubre de 2023 el itinerario más cautivador, que encierra el alma de este gran país: la atemporal región de Rajasthán (la India más esencial), la elegancia del Triángulo de Oro y sus históricos monumentos, la tántrica Khajuraho y el misticismo de Benarés (Varanasi), con el Ganges a sus pies. 15 días que se nos quedarán muy cortos. ¡Haz ya tu reserva para viajar a India en grupo este mismo año! En este artículo te invitamos a conocer algo mejor la religión y la filosofía de esta India Increíble. Sigue leyendo…
Muchos han tratado la fútil empresa de tratar abarcar todo lo que es la India, con pobres resultados. La India es un país masivo de 1000 millones de personas (y creciendo), con una antiquísima historia y cultura que, para más inri, ha gustado de desarrollarse de las formas más exuberantes y variadas formando un caleidoscopio de ideas, creencias y tradiciones que no puede más que abrumar a cualquiera que se atreva a acercar.
Este espíritu creativo elevado hasta el exceso lo aplicó con más rigor si cabe a las ideas religiosas, creando un arcoíris infinito de divinidades, místicos y santos que aún hoy en día persiste en miríadas de variantes de las principales religiones que conforman el paisaje espiritual de la India actual. Por motivos de escala, apenas mencionaremos tres de las principales religiones que agrupan a los creyentes indios: el hinduismo, el budismo y el jainismo.
El hinduismo es el mejor símbolo de esta exuberancia creativa que caracteriza al espíritu indio. Lejos de ser una religión unitaria (lo que facilitaría sumamente este artículo), ajena al carácter de este país, lo que encontramos en el hinduismo es una religión de religiones, que incluye dentro de sí hasta 300 millones de dioses, con un conjunto doctrinal que abarca libros de siglos de diferencia con contenidos absolutamente dispares; desde poemas épicos a divinidades guerreras, meticulosas instrucciones para la realización de sacrificios de todo tipo hasta profundísimas disquisiciones metafísicas entorno a la existencia de un dios único. Donde en una revelación se encomienda a los dioses para vencer en la batalla, en la siguiente se bosqueja la idea de una divinidad absoluta que lo abarca todo; mientras que las detalladísimas disposiciones que se relatan con total precisión en las revelaciones que giran en torno a los sacrificios subrayan la importancia de estos para la salvación del alma, en el Upanisad se entrevé una metafísica que se permite bosquejar la inexistencia de las almas. Si este maremágnum doctrinal no te confunde, espera verlo todo envuelto en abigarradas representaciones de dioses de múltiples brazos, con cabezas de animales y todo lo que lo mejor de la imaginación de la humanidad ha podido pergeñar a la hora de idear a su dios.
Sin embargo, cuando uno se acerca al budismo la cosa no gana en claridad. ¿Qué pensar de una supuesta religión que lleva al límite hasta rebasarla la misma definición de religión? A menudo se ha criticado las ideas religiosas como consuelo para todo lo que no comprendemos o los males con los que la vida nos enfrenta; ¿podemos decir lo mismo del budismo, que no se pronuncia ni sobre la existencia de lo divino, ni sobre la vida después de la muerte, ni sobre la misma existencia de un alma? En lugar de respuestas, lo que el sabio Gautama legó fue una rigurosa disciplina de meditación, ética y ascetismo para extirpar el sufrimiento de la existencia. De este ejemplo primigenio saldrían, como no, numerosas disciplinas y se exportaría a todos los países del mundo formando escuelas que asumieron la idiosincrasia local. De ello tenemos el fascinante ejemplo de Japón, donde la versión local del budismo, el zen, llevó hasta el paroxismo la no verbalización de cualquiera de los asuntos que diríamos fundamentales en una religión (dios, alma, muerte). Esta visión tan radical y contraintuitiva de religión llevó a extenderse incluso por los círculos contestarios occidentales de los 60 como los hippies, que vieron en esta práctica tanto una espiritualidad no violenta y tolerante como subversiva a los valores dominantes de entonces.
El jainismo, en cambio, sigue un camino similar presentándose como una religión sin dios, empeñada en transmitir el esfuerzo supremo al que nos debemos abocar para alcanzar un estado de liberación para el alma con rigurosas disposiciones éticas y ascéticas para aquel dispuesto a transitar por ese camino.
En este arcoíris de ideas religiosas que hemos presentado, sin embargo, se pueden encontrar puntos de encuentro en todas ellas que potencialmente definen la identidad india, con una amplia gama de corrientes de pensamiento que se desarrollaron a lo largo de milenios.
Estos son: la idea de una ley impersonal “karma” que rige el universo y que asegura una reacción para cada acción que uno realiza y que serviría a modo de “justicia” universal y base de la rigurosa ética que todas estas religiones promulgan. Una segunda idea acerca de una liberación del alma “moksha” si uno aplica con rigor y disciplina el camino que encomienda cada religión y que le deparará un estado trascendental en el que se eliminará de cualquier sufrimiento. Y por último “Brahma”, que es la idea con más discrepancias pero que podríamos definir como la idea propia de divinidad, que en ocasiones (como en la no dualidad de los Upanishads) se estira y se experimenta con ella hasta el punto de vaciarla del contenido mismo de dios que habitualmente manejamos.
Otro concepto central en el pensamiento indio es la creencia en el ciclo del nacimiento y la muerte, conocido como “Samsara”, y la búsqueda de la liberación del ciclo a través del conocimiento y la práctica espiritual. Además, la filosofía india se caracteriza por su enfoque en la auto-realización y el desarrollo de la conciencia individual, así como en la importancia de la moralidad y la ética en la vida diaria. La espiritualidad y la sabiduría se consideran fundamentales para alcanzar la plenitud y el propósito en la existencia humana.
Este paisaje religioso nos presenta una riqueza infinita de hermosas representaciones, de innumerables caminos por los que el alma india ha creído que se puede, por el propio poder de la voluntad, transitar para alcanzar los más elevados estados a los que el espíritu puede alcanzar. Un subcontinente que abogó por ahondar en las opciones más místicas y experimentales de la religiosas que el mundo ha visto, dejándonos un legado inigualable.
A. Bermejo Vesga
Alberto Bermejo
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