Dubái, uno de los 7 emiratos del país, es una magnífica ciudad repleta de contrastes. Es internacionalmente famosa por ser la capital del lujo, el consumismo y la opulencia, pero el carácter de la ciudad va aún más allá. Desde 1966 cuando era un puerto comercial y pesquero, se encontró el primer yacimiento petrolífero y en solo 50 años se ha convertido en algo extravagante y superlativo, algo que despierta el interés de tantos y tantos viajeros, y no es para menos. Sus gigantes y lujosos rascacielos, su arquitectura utópica, sus infinitas terrazas y playas, su ágil ritmo de vida, así como sus ritos y tradiciones que marcan el día a día de los emiratíes, despiertan en los viajeros algo complicado de expresar,  pero fácil de imaginar, hacer lo imposible posible. Y es que Dubái no ha perdido el encanto que siempre despiertan los países árabes, aquí donde los grandes edificios crecen como árboles en la jungla y donde la ciudad se dispersa en finos apéndices sobre las aguas creando archipiélagos artificiales en las aguas de color azul turquesa. La Copa Mundial de Fútbol se jugará aquí en invierno de 2022.  La gastronomía representa un gran valor en esta ciudad, donde los chefs más internacionales han abierto restaurante; también es bien conocida esta metrópoli por ser el paraíso de las compras.  

Alrededor del siglo IV, los sasánidas se establecieron en la zona, pero tras la expansión del islam en el siglo VII fueron expulsados. Desde el siglo XI al XV se prolongó la actividad comercial y marítima, llamando la atención de la pujante Portugal de la época. En Dubái se estableció un protectorado del gobierno británico durante casi 200 años. La ciudad como tal se fundó en el año 1833 por la tribu Bu Glasa. En 1890 y tras la exportación de los productos producidos por la ganadería y la pesca, la economía del pueblo se expandió. No obstante, fue el descubrimiento del petróleo en 1960 lo que cambiaría la situación del emirato significativamente. Tras la creación de los EAU, Dubái puso fin a su dependencia con Reino Unido. Desde 2006 el gobierno de Dubái practica un sistema de monarquía constitucional dirigida por el jeque Mohamed bin Rashid al Maktum. La mayoría de la población residente en el emirato es extranjera, proveniente de los países adyacentes. El país funciona gracias al petróleo, al comercio, a la construcción y a los servicios financieros. 

Ya en esta enorme ciudad, una de las cosas más importantes que hacer es visitar la Mezquita Jumeirah. Probablemente la más bonita de la ciudad y la única que los no musulmanes pueden visitar, se trata de una imitación exacta de la Mezquita Al-Azhar de El Cairo, aunque la verdadera es 8 veces más grande. Esta maravilla de la arquitectura islámica es aun más bonita cuando se ilumina durante la noche. Tiene una capacidad para más de 1000 personas. Recuerda visitarla siguiendo los estándares culturales respecto a la vestimenta y comportamiento. El hotel Burj al-Arab es simplemente magnífico y ostentoso. Calificado como hotel 7 estrellas, el precio de una noche ronda los 1500 euros. Posee un diseño que recuerda a la vela del dhow, el barco tradicional árabe. Está situado en su propia isla artificial. Si aún así quieres conocerlo por dentro, puedes entrar a tomarte algo al Skyview Bar, aunque la consumición mínima es de 50 euros. A menos de 1 km se encuentra el resort de lujo Madinat Jumeirah, situado junto al golfo Pérsico y privilegiado por poseer su propia playa privada. Es considerada una ciudad en miniatura dentro de la gigantesca Dubái. Posee 3 espléndidos hoteles, junto a una enorme cantidad de apartamentos de verano tradicionales, más de 50 restaurantes, locales de ocio y nocturnos y multitud de actividades a lo largo y ancho de sus 40 hectáreas. El resort cuenta con una red fluvial de más de 5 km con sus propias embarcaciones. A 10 minutos por carretera se encuentra la superlativa isla artificial Palm Jumeirah, un sorprendente y asombroso proyecto que permitió construir una enorme isla artificial con forma de palmera. Lo impactante es que donde antes había agua ahora hay 31 km2 ganados al mar. Su forma de palmera posee un tronco que alberga la avenida principal y conecta con 17 ramas de uso hotelero o residencial. Para poder acceder a las ramas debes ser residente, sino no podrás entrar. El lugar cuenta con túneles y un rompeolas que protege la gigantesca estructura artificial. Aquí mismo se encuentra el ostentoso y lujoso complejo hotelero Atlantis, construido al final de la isla de palmera. El hotel es de los más emblemáticos de Dubái y es una réplica del que existe en las Bahamas. El lugar cuenta con 46 hectáreas, 17 de las cuales son para un parque acuático. También cuenta con bares y restaurantes. 

Otro plan muy interesante es tomar un Crucero en Dhow Tradicional por el Creek de Dubái, desde donde se pueden apreciar los monumentos de la ciudad mientras se navega en un barco tradicional árabe, construido como se hacía en la antigüedad, pero con todas las comodidades. Aquí se puede degustar un buffet y disfrutar de una velada tranquila y agradable. No podemos estar más de acuerdo con aquellos que dicen que Dubái lo tiene todo, una experiencia inigualable. 

La zona más antigua de Dubái, Al Bastakiya, podría ser traducida como “lugar iraní”, ya que en sus tiempos remotos la mayoría de los ciudadanos venían de Irán. Gran parte de sus edificaciones fueron erigidas hace más de 120 años, todas fieles a la arquitectura tradicional árabe. Sus construcciones son grandes caserones, elegantes cafés, exposiciones de arte y teterías reformadas que mantienen el ambiente de la tradicional y bella Dubái.

En suma, Dubai, es uno de esas ciudades totémicas y hedónicas, inclasificables, que merece la pena recorrer en profundidad.

Daniel Bermejo 

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