Como ya conocéis mis queridos amigos de ONEIRA, en enero tenemos un flamante viaje para conocer una parte del Mediterráneo italiano. Nos espera con los brazos abiertos Nápoles y la Costa Amalfitana, para hacer una buena inmersión en la cultura napolitana de todos los tiempos, desde Roma hasta nuestros días.  Hoy realizaremos un pequeño repaso a algunas curiosidades históricas y culturales que Nápoles nos ofrece.

NAPOLES Y LA ÓPERA ITALIANA

La relación de Nápoles con la ópera es tan interesante como la que mantiene con la pizza. No cabe duda de que es un género cuyo paraíso se encuentra en Italia y especialmente en Nápoles. Todos sabemos que la Donna é móbile qual piuma al vento y que los no iniciados prefieren siempre la ópera napolitana de Verdi o Rosinni que los dramas metafísicos de origen alemán. Fue en Nápoles donde la ópera se consagró como género musical con la influencia de los dramas griegos que evolucionaron durante el Renacimiento y se asentaron en los siglos XVIII y XIX gracias a mecenas como Carlos III de Borbón. Compositores como Jacopo Peri, Monteverdi o Scarlatti, y voces legendarias como la de Carlo Broschi, alias “Farinelli”, el castrato más famoso de su tiempo, glorifican el pensamiento de que la ópera italiana tiene su apogeo en Nápoles. Otro de los autores más famosos en la Historia de la ópera napolitana ha sido Francesco Provenzale, que, para muchos expertos, ha sido el músico más influyente del siglo XVII.

LA SANGRE DE SAN GENARO, PATRÓN DE NÁPOLES

San Genaro fue obispo de Benevento, en la región de Campania, durante el siglo III d. C. Su fama se engrandeció cuando ocultó a cristianos perseguidos por el emperador romano Diocleciano convirtiéndose en la mayor y más sangrienta persecución emprendida por el Imperio Romano hacia los adeptos de Cristo. En el año 305 d. C. Genaro fue sorprendido visitando a dos sacerdotes cristianos y a dos laicos que habían sido apresados, y al afirmar que él también era cristiano y que jamás renunciaría a su fe, fue condenado a muerte junto a sus compañeros. La leyenda cuenta que fue arrojado a un horno para que muriera incinerado, pero, en cambio, salió del horno sin ningún daño y con la ropa en perfecto estado. Al día siguiente los llevaron al anfiteatro de Pozzuoli, donde unas bestias hambrientas les esperaban para ser devorados. La leyenda afirma que las bestias se echaron a sus pies y no devoraron a ninguno de los presos. Finalmente, los encolerizados romanos decapitaron a los prisioneros en la Plaza Vulcana. Después de que San Genaro muriese, una mujer recogió la sangre del obispo en varios frascos, que todavía existen y se consideran reliquias sagradas. También parte de sus restos fueron enterrados primero en una iglesia en el siglo V que posee el nombre del santo en Solfatara y después, en Benevento. Luego enterrados en el monasterio Monte Vergine y finalmente y con honores en Nápoles que, desde entonces, venera a San Genaro como patrono principal. El milagro de San Genaro consiste en que la masa de sangre reseca rojiza del santo, de color negro y adherida a un lado del recipiente, se convierte en sangre completamente líquida tras un periodo de tiempo comprendido entre unos minutos y una hora, llegando a completar todo el vidrio. En mayo de 2008, reporteros de 20 canales de TV, entre ellos la CNN, estaban presentes cuando ocurrió el “milagro”. Según la Iglesia Católica, el milagro de la licuefacción de la sangre del santo sucede gracias a la fe y las oraciones de los fieles. En una visita a Nápoles del Papa Francisco, besó el recipiente que contiene la sangre y esta se licuó delante de los presentes.

LA CANCIÓN NAPOLITANA

La canzone napoletana es una composición en idioma napolitano con un solista masculino y un acompañamiento instrumental. Es propio de la ciudad de Nápoles y sus letras son muy diversas, haciendo especialmente alusión a cuestiones amorosas o al paisaje del sur de Italia. Sus canciones más conocidas son “O sole mio”, “Torna a Surriento”, “Funiculì, funiculà” o “Santa Lucia”. Sus orígenes se remontan al siglo XIII en los cantos populares, donde se ensalzaba la belleza de la naturaleza aunque también se sugería la crudeza de la vida cotidiana. Cuando el napolitano adquirió el calificativo de lengua oficial del reino muchos músicos se inspiraron en los coros populares, componiéndose las frottolas, ballatas y otras obras de naturaleza festiva durante el siglo XV. La villanella alla se puso de moda a finales del siglo XVI, extendiéndose por toda Europa y cantándose hasta finales del siglo XVIII. En el siglo XVII apareció por primera vez la tarantela con la popular “Michelemmà” de Salvator Rosa y en el siglo XVIII nace la opera buffa, influyendo no solamente en el canto sino también en la teatralidad de las canciones. Las primeras décadas del siglo XIX fueron un momento especial para la música napolitana gracias a la difusión influenciada por “Te voglio bene assaje” de Raffaele Sacco. Grandes autores del siglo XX como Salvatore di Giacomo, Libero Bovio, E.A. Mario, Ferdinando Russo, Ernesto Murolo y Gabriele D’Annunzio influenciaron a la música napolitana hasta la Segunda Guerra Mundial, que se convirtió en la segunda edad de oro, con canciones amargas, desesperanzadas y existencialistas. En los años 60, Peppino di Capri añadió nuevos ritmos de otras culturas musicales a la napolitana y en las décadas posteriores se apreció una decadencia que ha llevado a la canción napolitana hacia el melodismo pop y hacia incluso la música electrónica.

LA PIZZA MARGHERITTA

¿Conocéis la historia de la típica pizza margarita que se oferta en todas las pizzerías del mundo?. La pizza Margherita es una típica pizza napolitana sazonada con tomate, mozzarella, albahaca fresca, sal y aceite. Fue declarada por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2017. La tradición cuenta que Margarita de Saboya, antigua reina consorte de Italia, estaba de visita en Nápoles junto a su marido, el rey Humberto I en el verano de 1889. La reina, harta de la comida francesa que había estado comiendo durante todo el viaje, solicitó a Raffaele Esposito, el pizzero más famoso de Nápoles, que le preparara una pizza. Este, para honrar a Margarita, utilizó unos ingredientes (el verde de la albahaca, el blanco de la mozzarella y el rojo de la salsa de tomate) que coincidían con los colores de la bandera italiana y que a ella le gustaban. A partir de entonces, utilizó el nombre de la reina para la pizza. Los ingredientes, el tipo de horno y el arte del cocinero son fundamentales para preparar una verdadera pizza Margheritta. El horno de leña, por su especial construcción, combustible y el sabor carbonizado que adquieren las pizzas, destaca por encima del eléctrico, haciendo más crujiente la masa gracias a su cocción y con una sazón mucho más agradable para aquellos que así la comen. Una labor de orfebrería donde cada detalle cuenta. Existen programas y cursos de especialización para habilitar a maestros pizzeros en todo el mundo, expertos en la elaboración de pizzas napolitanas. Un español, Jesús Marquina, está considerado el mejor pizzero del mundo.

Daniel Bermejo

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