“Al momento del nacimiento del niño en Belén, José se detuvo en una gruta próxima al poblado, porque no había donde alojarse en aquel lugar, y, mientras se encontraban allí, María dio a luz a Cristo y lo puso en un pesebre, donde los magos venidos de Arabia lo encontraron”

Justino, s. II d.C.

Hoy es un día muy especial. La Nochebuena de 2018. Esta noche los cristianos de todo el mundo celebran la Natividad de Jesús. La figura que ha dado forma a la fe de sus seguidores.

El día de hoy, cercano al cierre de este convulso 2018, en un siglo que avanza a pasos agigantados, tengo en el recuerdo mi visita a Belén en Tierra Santa a comienzos de este 2018 para conocer la Basílica de la Natividad de Belén. Fue una pequeña aventura, en un solo día. Inolvidable.
No fue fácil la visita. Íbamos algo nerviosos, conduciendo un vehículo de alquiler desde Jerusalén, para adentrarnos en territorio palestino. Entre Israel y Palestina, hay una verdadera frontera. Cuando nos sorprenden las noticias en TV con historias de agitación y altercados en este área, debéis saber que normalmente en Israel no ocurre casi nunca nada. Los problemas siempre se desarrollan dentro del territorio Palestino, normalmente. Cuando viajas a Israel, la seguridad es máxima.

Sin embargo te acongoja pasar al otro lado y tener que ir provisto de un pasaporte, y extremar precauciones; te sigue sorprendiendo el muro que dividen a los hombres de este lugar en nombre de la religión. Y ves las diferencias entre un mundo y otro. Y te llama la atención el muro que los separan. Lo inevitable es que para pisar Belén y contemplar la Basílica de la Natividad, no puedes hacer otra cosa.  La ciudad de Belén está situada sobre dos colinas rocosas a unos 800 metros sobre el nivel del mar, al lado del desierto de Judea y a 8 km al sur de Jerusalén. Su nombre en hebreo significa “la casa del pan”.

El día de nuestra visita el 23 de enero de 2018 nos sorprendió una huelga general en los territorios palestinos. El Vicepresidente de los EEUU, Mike Pence, había llegado el día anterior a los territorios ocupados en medio de un tenso ambiente de protestas. Aquí tenéis una reseña de hace unos meses, de estos tensos días.

https://www.hispantv.com/noticias/palestina/366310/eeuu-pence-viaje-israel-protesta-huelga

A nosotros no nos arredró la confusión reinante, y la protesta, y seguimos nuestra marcha hacia Belén. Al fin y al cabo, vamos a ser positivos… haríamos la visita sin colas ni aglomeraciones. Dejamos el coche muy cerca, en Israel. Y cruzamos al otro lado por una larga barrera de muro y metal que hacía las veces de paso fronterizo. Al otro lado buscamos un taxi. No veíamos un alma. Había calma, pero una calma tensa. Nuestro viaje era corto, no podíamos prescindir de esta visita, a este lugar. Siempre quise poner pie en Belén y conocer el lugar donde nació Jesus.

Un palestino, Adel,  se nos acercó y nos ofreció su taxi para conocer Belén. Nos proponía un tour. Lo que más nos interesaba era la basílica y así se lo indicamos. Lo encontramos visiblemente nervioso, pero finalmente acordamos un precio y subimos a su coche. Las calles estaban desiertas y nos contó el episodio de huelga y nos indicó que no nos preocupáramos.  Pero yo me percaté que quien verdaderamente se preocupaba era él. Nos llevó a través de pequeñas calles y atajos y no entendimos el porqué. Miraba nerviosamente a todos lados pareciendo que veía fantasmas. No estábamos tranquilos. A los 10 minutos un todoterreno con varios palestinos que ocultaban el rostro nos dio el alto y nos hicieron parar el vehículo. No sabíamos donde estábamos. Adel fue con ellos y vimos como era recriminado por parte de los palestinos. No sabíamos que ocurría. Al poco tiempo, lo dejaron y marcharon. Adel subió a su taxi y nos contó que por la huelga general no le estaba permitido llevar a ningún viajero o turista y que se la estaba jugando con esa gente; aunque él decía que eran sus amigos. Aún así, continuamos recorrido hacia la basílica, ocultándose, por carreteras un poco apartadas, cuidando de no ser visto. Llegamos a la basílica y Adel nos indicó que nos esperaría al otro lado, discretamente y que nos devolvería a Israel al acabar la visita.

Y allí estábamos, frente a la Basílica de la Natividad, uno de los lugares más santos de toda la Cristiandad. Su apariencia es la de una fortaleza medieval: gruesos muros y pocas ventanas.  Al entrar allí desde la Plaza del Pesebre, sentimos que entramos en un mundo diferente. Esta basílica (reconstruida en el s. VI) fue la misma que mandó construir Justiniano en el 529, con forma de luz latina. La nave central se halla franqueada por 44 columnas rosadas de piedra caliza. En el s. XII, en época cruzada, las paredes fueron embellecidas con preciosos mosaicos desde los cimientos incrustados de oro y madreperla, con escenas del Nuevo Testamento. Sobre las columnas, en una fila de medallones, se representan los antepasados de Jesús. Excavaciones de los años 1934-35 han descubierto mosaicos del pavimento de la basílica contantiniana original.

Para entrar debes inclinarte, seas rey o mendigo, porque la puerta de entrada es diminuta. No estábamos solos, otros viajeros perdidos como nosotros habían tomado la misma decisión: visitar este lugar tan especial. La tradición señala que fue aquí el lugar del nacimiento de Jesús. La Basílica de la Natividad contiene debajo del altar la Gruta de la Natividad, supuestamente, el lugar exacto del nacimiento, sobre una estrella de plata que marca el sitio. Es el verdadero centro de esta gran iglesia. Tiene forma de pequeña capilla con un pequeño ábside en la parte oriental. El humo de los cirios, los visitantes y sus oraciones… Aquí las sensaciones son muy especiales; un sentimiento de paz y serenidad te invade. Estás en un lugar de hondo significado para millones de fieles en un día sin colas, sin aglomeraciones. Un regalo, verdaderamente.

Y aquí acabamos nuestra visita. Localizamos a Adel, que nos esperaba en su coche. Tomamos el taxi en dirección a Israel y mientras nos contaba algunas historias de Belén, nuestras mentes continúan el viaje que iniciábamos días atrás a Tierra Santa. Aún nos quedaban algunos días para disfrutar de estos lugares. Continuábamos nuestro viaje. Y hoy, festividad de la Navidad de 2018, quiero recordar mi visita a Belén. Va por todos vosotros, viajeros y lectores onéricos. ¡Feliz Navidad!.

Alberto Bermejo

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