Famosos por su belleza y por ser salvados de perecer bajo la presa, los templos de Abu Simbel fueron erigidos por Ramsés II de tal forma que los rayos del sol penetraran en el interior de la montaña e iluminaran el santuario del dios los días de su aniversario y su coronación, 21 de febrero y 21 de octubre. Fueron descubiertos en 1313 por Jean-Louis Burckhardt. Será una cita imprescindible en nuestro viaje Oneira al Antiguo Egipto de mayo de 2020 (viaje aplazado por excepcionalidad COVID-19), donde pernoctaremos para disfrutar, además de los templos, del Espectáculo de Luz y Sonido de Abú Simbel por la noche. Juan Goytisolo escribió sobre Abú Simbel en EL PAÍS el 14 de enero de 2012: “… me fascinó contemplar unas estelas y pinturas de prodigiosa modernidad. No me enfrentaba allí a un arte hermoso, pero muerto y museizado, sino a expresiones artísticas de una energía misteriosa que no me remitía a lo creado hace casi cuarenta siglos, sino a picassos y giacomettis. Mientras me abstraía en su contemplación dudaba del siglo en que vivía…”.
Abu Simbel es un enclave de enorme interés arqueológico que está constituido por numerosos templos egipcios ubicados en Nubia. Estos templos forman parte del Museo al Aire Libre de Nubia y Asuán, complejo proclamado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1979. Fue a partir del año 1960 cuando la UNESCO pidió auxilio a la comunidad internacional para poder salvar los grandes templos egipcios ante el inevitable avance de los resultados de la construcción de la presa de Asuán. El Gran Templo de Abu Simbel (Templo de Ramsés II) es una de las maravillas de Egipto, un impactante santuario consagrado al faraón Ramsés II que ha permitido que el nombre de este soberano perdure durante más de 3000 años. El complejo está formado por numerosos edificios dedicados al culto de faraones y antiguos dioses. Su fachada es internacionalmente conocida, formada por 4 estatuas entronizadas del faraón deificado Ramsés II que se ha convertido en un legítimo símbolo del Antiguo Egipto. Estos enormes colosos, de más de 20 metros de altura, fueron tallados directamente en la roca, exactamente como sucedió con el templo. Algunos dicen que las duras miradas juzgan a aquellos que se atreven a adentrarse en su interior. A parte de las 4 impactantes figuras del faraón, hay una gran cantidad de estatuas de menor tamaño que simbolizan numerosos rituales y divinidades y a la familia del soberano. A pesar de que el exterior del templo sea un verdadero prodigio de la arquitectura que inevitablemente admirarás, su interior os estremecerá y emocionará. Se trata de una de las construcciones subterráneas (hipogeo) más elegantes jamás construidas en la tierra de los faraones. A medida que los viajeros se adentran en el interior del templo, las salas van mermando su tamaño, provocando en el subconsciente la sensación de que se está entrando a un lugar espiritual y místico, un lugar de recogimiento.
La Sala Hipóstila del Templo de Ramsés II merece una mención especial. A parte de las grandes columnas, está embellecida por interesantes relieves que describen los éxitos militares del faraón Ramsés II, fundamentalmente sobre la Batalla de Qadesh. Una de las imágenes que todos los viajeros disfrutan es la del faraón sobre su carro de combate persiguiendo a los soldados hititas. De hecho, el templo se erigió para conmemorar la victoria de los egipcios en esta contienda (curiosamente los hititas en su país también se proclamaron ganadores de esta batalla y también erigieron templos para celebrarla). La especial trascendencia en la Batalla de Qadesh se basa en que fue la primera contienda de la historia que fue documentada y que propició un tratado de paz entre ambos imperios. Una vez atravesada la Sala Hipóstila se accede al Santuario, donde se puede observar las estatuas de los dioses a los que se venera: el mismo Ramsés, ya que en tiempos del Antiguo Egipto los faraones eran tratados como dioses; Ra Hor-Ajti, divinidad del Sol, que juntaba las figuras de Horus y Ra; Amón, divinidad principal del panteón de Tebas; y Ptah, divinidad del inframundo y de la Duat, el más allá del Antiguo Egipto. En el templo de Abu Simbel sucede un interesante fenómeno. Cada 21 de febrero y de octubre (según algunos egiptólogos las fechas de coronación y nacimiento del faraón Ramsés II), los primeros rayos de sol atraviesan el templo hasta alcanzar el santuario dirigiéndose a las estatuas divinas, excepto la de Ptah, dado que se trata del dios del inframundo y ha de quedar en penumbra. Un ingenioso despliegue de efectos especiales que muestra el conocimiento astronómico, importante, que tenían los antiguos egipcios. En la recolocación del templo tras su traslado desde la localización original (por la construcción de la Presa de Asuán) se respetó fidedignamente hasta el último detalle, salvo que el efecto comentado se retrasó un día, pues acaece el 22 de octubre y el 20 de febrero de cada año.
Además del Templo de Ramsés II en Abú Simbel podemos recrearnos con el excelente Templo de Nefertari, también llamado Templo de Hathor. Este pequeño santuario dedicado a la esposa favorita del faraón, muestra estatuas excavadas en roca desplegadas en su fachada; en concreto, son seis las figuras representadas, dos de Nefertari y cuatro de Ramsés II. El interior del templo está consagrado a Hathor, la diosa del amor. De nuevo se suceden las empresas militares. En el pronaos, con seis pilares hathóricos, el rey aparece aniquilando los diferentes pueblos enemigos de Egipto en presencia de su esposa Nefertari en tanto que ésta hace ofrendas a las diosas Mut y Hathor (muro en la parte posterior del pronaos). En el muro sur el rey muestra adoración a su propia imagen y a su reina. En el muro situado en la parte norte Nefertari ejecuta el culto divino bajo la mirada silente de Mut y Hathor.
Albertol Bermejo
Daniel Bermejo
ONEIRA club de viajeros
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