Continuamos agazapados en nuestro rincón exquisito en palabras de los fabulosos músicos indies murcianos Second, sujetos a un curativo y prudente confinamiento, que nos ha de permitir vencer al maldito coronavirus COVID19 que además de pretender alterar nuestras células, quiere alterar nuestro mediterráneo modo de vida. Paul Theroux nos cuenta en su libro Tren fantasma a la Estrella de Oriente que “en el viaje perfecto, la desconexión es vuelve una necesidad… es bueno que la gente no sepa tu ubicación ni cómo dar contigo… desaparece del mapa”. Hoy por hoy, pese a Paul, todos sabemos dónde nos hallamos, en casa. Y mientras no nos dejen hacer las maletas, no nos queda otra que centrarnos en viajes personales o viajes interiores.
Durante mi confinamiento estoy revisando en las sobremesas de estas últimas semanas una de las mejores series de todos los tiempos, que no deja de ser otro confinamiento riguroso, la del Dr. Felischman en Cicely (Alaska). Me vengo a referir a la archipremiada (Emmys, Globos de Oro) Doctor en Alaska (nombre original: Northern exposure) donde personajes excelentemente perfilados y cálidos llevaban una existencia aparentemente gris en un pueblo perdido de Alaska. Maurice Minnifield, el dueño del poblado, es además de astronauta, un experto en vinos franceses y californianos. Adam, un psicótico personaje, un consumado cocinero. El encabronado médico neoyorquino Joel Fleischman ha sido destinado a su pesar durante 4 años a ejercer su profesión lejos de su ciudad natal, Nueva York, y maldice cada día de su vida en ese pueblecito rural que es Cicely, de ochocientos habitantes y varios alces, con una importante comunidad india con gran protagonismo en la serie. Joel, como representación del norteamericano medio (además de judío), en medio de la magia y el surrealismo de Cicely, lucha por adaptarse a un entorno no deseado. Su contraparte en la ficción es Maggie O’Connell, piloto de avionetas y rodeada de una aureola de malditismo por lo que les va sucediendo a sus antiguos novios. Holling es amante de la naturaleza y regenta el Brick, el bar del pueblo, que visitan todos los vecinos para tomar un bocado o establecer contacto social; enamorado hasta las cachas de Shelly. Otro de mis personajes favoritos de la serie es Chris Stevens, un locutor de radio con alma de artista, que tan pronto versa escritos de Emily Dickinson, Allan Poe o Tolstói como organiza espectaculares performances, inefables. Y así, muchos otros personajes de los que te enamoras todos los días. En esta gran familia con naturalidad se despliegan los acontecimientos, los problemas, las relaciones entre sus habitantes, con apariciones de personajes enternecedores. ¡Ya no se hacen series como ésta!
Las historias de los habitantes de Cicely nos estimulan en estos tiempos de confinamiento porque son personajes humanos, nada vacíos, que portan en su interior vivencias viscerales; personajes ricos, llenos de matices repletos de humanidad. Disfruto con cada una de las pasiones que muestran los protagonistas en la serie. Los peguionistas saben trasladar a la pequeña pantalla la dureza de un entorno hostil y contar en positivo impagables historias dramáticas de superación, reencuentro, manejo de conflictos, ansiedades y frustaciones, cerrándolas todas ellas hábilmente. Y además, dejando sitio para la comedia.
Llama la atención sobre cómo los guionistas de la serie Joshua Brand y John Falsey saben trasladar a la pequeña pantalla la dureza de un entorno hostil (Alaska) en principio poco atractivo para los televidentes, y a un tiempo contar en positivo decenas e impagables historias dramáticas de superación, reencuentro, manejo del estrés, conflictos, ansiedades, desánimo, frustraciones, y tantas otras… y cerrándolas, todas ellas, hábilmente. Los momentos más duros podemos sobrellevarlos y buscar otros instantes repletos de optimismo y llenos de vida que nos permitan abrazar la virtud de sentirnos plenamente humanos.
¡Atención! «The Hollywood Reporter» publica que la cadena estadounidense CBS está preparando una nueva etapa de la serie…
Así que una de mis recomendaciones mientras no podamos viajar, es desempolvar y disfrutar esta magnífica serie centrada en la épica Alaska. Uno de esos magníficos destinos que todos alguna vez hemos pensado en recorrer, con osos de impresión (como uno de los protagonistas de uno de los capítulos de la serie), con parques nacionales de grandioso tamaño y glaciares más grandes que algunos estados de EEUU. Virgen e inmensa Alaska, que es merecedora de alguno de los viajes que hemos de desempolvar en el futuro, para Oneira club de viajeros.
¡Nos vemos en los viajes!
Alberto Bermejo
ONEIRA club de viajeros
info@oneira.es
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