Hoy conoceremos Sancti Spíritus y el Valle de los Ingenios. Este último reconocido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1988.
Ubicada en el centro de un fértil valle agrícola, la ciudad de Sancti Spíritus fue instaurada en 1514 por Diego Velázquez en el margen del río Tuinucú. 8 años después fue desplazada a su posición actual cerca del río Yayabo. Es también conocida como «la pequeña Trinidad». A finales del siglo XVI la ciudad fue incendiada por corsarios británicos produciendo la desaparición de toda la documentación vinculada a su creación. Durante los 2 siguientes siglos la ciudad fue el núcleo económico, administrativo y político de la región y se colmó de mansiones. Ha sido objeto de pillajes continuados por corsarios hasta el siglo XVII. Fue aquí donde se inventó la típica guayabera, la camisa masculina que gusta lucirse en toda Latinoamérica. Ya en la ciudad, resulta agradable pasear por sus renovadas calles peatonales, a la vista de maravillosas casas coloniales de vivos colores y característicos balcones de hierro. El puente erigido sobre el río Yayabo, ubicado al suroeste del núcleo urbano y conocido antiguamente como el “Paso de las Carretas”, es el emblema patrimonial de la ciudad. Cuenta con una apariencia medieval y posee grandes arcos de barros únicos en el país. Una leyenda urbana afirma que para darle robustez al puente se combinó el cemento con leche de cabra. A 4 minutos andando desde el puente se encuentra la Iglesia Parroquial Mayor del Espíritu Santo, el templo más antiguo del país. Inicialmente se construyó en el Pueblo Viejo, cercano al río Tuinicú, y se levantó a partir de madera. A causa del desarrollo de la ciudad a finales del siglo XVII, se trasladó a la actual ubicación, construyéndose de forma idéntica. Actualmente es una de las joyas coloniales de estilo barroco y romántico más transitada del país.
El Valle de los Ingenios, también conocido como valle de San Luis, es un sistema cultural y ecológico en el que se combinan naturaleza, monumentos y sociedad, situado entre el Mar Caribe y las montañas y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988. Es un verde valle custodiado por los sobrios centinelas de la sierra del Escambray que constituyó un fructífero asentamiento de grandes plantaciones de azúcar que alcanzaron su cénit entre los siglos XVII y XIX en Cuba. Son ruinas que engloban almacenes, maquinaria, barracones de esclavos, casas señoriales y hasta un tren de vapor en funcionamiento. Durante los siglos XVII y XIX el lugar fue una de las zonas azucareras más grandes ya que contaba con tierras fértiles y puertos para los envíos. Durante la época colonial los españoles utilizaron los terrenos para la ganadería, la explotación del tabaco y otros cultivos hasta que se produjo el auge de la industria del azúcar. De hecho, esta prosperidad afectó principalmente a la ciudad de Trinidad convirtiéndola en una de las ciudades más ricas y desarrolladas del país. No obstante, durante la segunda mitad del siglo XIX la región padeció una fuga de capitales hacia otras regiones que se encontraban en mejor estado, provocando un grave declive en el valle. Esto, sumado a la crisis mundial del año 57 y a la guerra de independencia de 1868 terminó colmando el vaso. A pesar de todo, aún se conservan numerosas haciendas y sitios arqueológicos de la época. Las mejor preservadas son las de Buena Vista, Delicias, Manaca Iznaga, Guáimaro y Magua, todas ellas de estilo neoclásico. Las más interesantes de visitar son el Museo del Azúcar y la torre campanario de Manaca Iznaga.
Daniel Bermejo
ONEIRA club de viajeros
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