POMPEYA, visita indispensable en nuestro viaje a Nápoles y Costa Amalfitana

 

Pompeya fue una ciudad de la Antigua Roma fundada en el siglo VII a. C. aunque según los expertos los primeros pobladores se asentaron 4 siglos antes. Se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad de Nápoles y está extremadamente cerca del volcán Vesubio. Aun sobrecoge imaginar lo sucedido en este lugar en torno al año 79 d.C.

Un caluroso de dicho año el Vesubio entró en erupción, escupió fuego y cenizas y sepultó destruyendo por completo las ciudades romanas de Pompeya y Herculano. En aquel momento la ciudad contaba con una población aproximada de 20 mil personas y algunas de ellas tomaron la decisión de marcharse de la ciudad días antes de la catástrofe a causa de unos pequeños temblores que les alarmaron. A pesar de esto, no todos tuvieron la misma suerte y más de dos mil personas se quedaron en la ciudad, siendo víctimas de la erupción.

La ciudad se mantuvo oculta durante siglos bajo toneladas de capas de ceniza. No fue hasta el año 1738 cuando el rey de Nápoles, quien posteriormente se convertiría en rey de España con el nombre de Carlos III, encomendó a un ingeniero español, Roque Joaquín de Alcubierre, que iniciase unos primeros sondeos. Las primeras excavaciones se realizaron en las ruinas de Herculano, con especial dificultad ya que se encontraban bajo 26 metros de lava volcánica solidificada. Con los primeros descubrimientos, el rey mandó ampliar la zona de búsqueda y así fue como en el año 1756 los exploradores y arqueólogos, guiados por unos antiguos códices donde se indicaba la ubicación, encontraron la ciudad de Pompeya. Este descubrimiento produjo una conmoción entre los amantes de la arqueología. Al contrario que en Herculano, Pompeya era más accesible por tener una menor capa volcánica de lava, por ello, el descubrimiento de las ruinas fue mucho más sencillo desde el principio.

Los hallazgos se iban sucediendo a pasos agigantados, desde el descubrimiento del anfiteatro y la vía de los Sepulcros hasta la villa de Cicerón, la villa de Diomedes y el templo de Isis. La curiosidad por los hallazgos llegó a toda Europa provocando la aparición de especialistas y turistas entre las ruinas para poder contemplar las edificaciones desenterradas, las estatuas y los frescos que ya podían ser vistos.

Además, el patrimonio heredado no es lo único que destaca entre las ruinas. Durante las excavaciones, a menudo eran hallados huecos en la ceniza que habían contenido cuerpos humanos. En el año 1860, el especialista en arqueología Giuseppe Fiorelli propuso rellenar estos espacios con yeso, produciendo así moldes que mostraban con enorme delicadeza y precisión el último momento de vida de los ciudadanos que no pudieron escapar de la ciudad. Algunas expresiones muestran terror, otras se tapan la boca con pañuelos o vestidos intentando, sin éxito, no inhalar los gases tóxicos.  Estudios recientes afirman que, habiendo abandonado la ciudad la mayor parte de los ciudadanos, solo se quedaron los escépticos y los esclavos obligados a vigilar las posesiones de sus amos.

Caminar por las calles adoquinadas, las mismas que hollaron sus antiguos habitantes, produce una sensación impactante. Es como trasladarse a otro tiempo, a otra vida. Imaginar las vidas de estos antiguos romanos, truncada por la indómita erupción del Vesubio: Pompeya, sacrificada,  atrapada en la inmovilidad eterna. Visitaremos los sitios más importantes de Pompeya en nuestro viaje de enero a Nápoles y Costa Amalfitana, ¿nos acompañas?

 

Alberto Bermejo

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