Nuestro club de viajeros ONEIRA pone pie en Turquía el próximo mes de septiembre, ¡Vamos a conocer algo mejor Estambul!.
La seducción y atracción que genera Estambul es incuestionable. Ejemplo perfecto del Oriente mágico y misterioso, aquí puedes descubrir lo impensable. La Ciudad de Estambul ( ZONAS HISTÓRICAS DE ESTAMBUL DECLARADAS PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD POR LA UNESCO EN 1985) es mágica y voluptuosa, de cultura milenaria e historia extraordinaria. Sus sonidos, su olor, sus colores, excitarán nuestros sentidos. El emperador romano Constantino el Grande fundó la ciudad denominándola en un acto de egolatría Constantinopla, hasta entonces conocida como Bizancio. Tras su caída en 1453 pasó a formar parte del Imperio Otomano. Edmondo de Amicis escribió: “Estambul, una belleza universal donde poeta y arqueólogo, diplomático y comerciante, princesa y marinero, norteño y occidental grita con la misma admiración. Todo el mundo piensa que esta ciudad es el lugar más hermoso del mundo”.
La jungla de minaretes, las decoraciones sobrecogedoras del palacio de Topkapi y el bullicio del Gran Bazar junto al de los comercios ambulantes del puente de Gálata, embrujan desde el primer instante. También están las jóvenes de Fatih, con sus caftanes y la cabeza detalladamente cubierta, y las de Asmali Mescit, que fuman narguile con los amigos vestidas siguiendo las últimas modas traídas de París y Londres. Existen barrios como Balat, con viviendas antiguas y calles en forma de galería, y otros como Nisantasi, con construcciones de enorme elegancia y escaparates de las marcas más prohibitivas. El magnetismo que provocan la maraña de matices es de tal magnitud que es imposible apartar la mirada de la animada vida de Sultanahmet, de sus vivas fachadas fabricadas con madera, de sus callejones en pendiente y del cálido ajetreo que se palpa en el ambiente. Y es que hay lugares que inevitablemente te hacen soñar, que te llevan a épocas lejanas y a tiempos remotos donde podemos imaginarnos como era el día a día de las personas que allí existieron durante sus años gloriosos. Hay lugares que deben ser visitados por lo menos una vez en la vida y Estambul, o como antiguamente se conocía a la ciudad, Bizancio y posteriormente Constantinopla, es indudablemente uno de ellos. Un espacio de cisma o de separación, o mejor dicho de unión, entre Occidente y Oriente, donde una historia emocionante junto a un presente lleno de color, de vida, de bazares y de delicados sabores describen una ciudad llena de pasión, entusiasmo y belleza.
Difícil es encontrar tiempo suficiente para montarse en los famosos vapur, las embarcaciones a motor que navegan de un lado a otro del Bósforo, donde se revela una ciudad diferente, repleta de barrios donde la vida se desenvuelve con lentitud, como sucedía 100 años atrás, mientras Europa se difumina en el horizonte y se contempla a la lejanía los rascacielos de Levent, Sisli y Maslak. La belleza de las cúpulas de las cerca de 2 mil mezquitas se guarda de modo indeleble en la memoria al verlas manifestarse desde lo alto de una torre o el parapeto de una embarcación. Seguidamente están las bellas cúpulas de los baños turcos, las de las sinagogas sefarditas, las del Gran Bazar y las iglesias bizantinas embellecidas por mosaicos recubiertos de oro, signo de las estratificaciones culturales y temporales de Estambul. Es, asimismo, una ciudad que nunca termina de sorprender. Incluso quienes la visitan de vez en cuando, siempre encuentran algo novedoso e innovador.
Según cuenta la tradición, en el 667 a.C., Bizas, vástago de la ninfa Semystra y casado con Phidaleia, la hija del monarca tracio Barbyzos, constituyó un emplazamiento comercial siguiendo las orientaciones del oráculo de Delfos: “Ubícate enfrente de los hombres ciegos”. Deambulando por la región, alcanzó el Bósforo con los suyos y observó que al otro lado del estrecho, en la zona asiática, había otro emplazamiento. Contemplándolos, se dio cuenta de algo que cambiaría el destino de la humanidad: “¡Estos son los hombres ciegos! No se dan cuenta que este lado de la orilla, con el puerto natural del cuerno de oro, es muchísimo mejor”. La resplandeciente Bizancio, ubicada entre 7 colinas, fue una de las ciudades más ricas de la antigua Grecia. El emperador romano Septimio Severo, después de asediarla durante 3 años, la destruyó en el año 196, hundiéndola en una etapa de oscuridad del que solamente la sacaría el emperador Constantino que ejecutó la renovación administrativa de sus dominios e impulsó el cristianismo, fomentando los primeros concilios. La fascinación por su emperador motivó que la población llamara a Nueva Roma Constantinopla (la ciudad de Constantino). Esta continuó incrementando su fama y riqueza. Tras la caída de Roma en el año 476 d.C., resistió intacta como la única depositaria de la tradición y legado romano. El Imperio Romano se extinguió y alzándose y fortaleciéndose el otomano. En el año 1455 se levantó el Gran Bazar y en el 1459 Mehmet mandó construir el Palacio Topkapi, que se transformó en sede administrativa del Imperio Otomano. La primera mezquita del Imperio fue la de Fatih. En el año 1517 Constantinopla fue nombrada capital del califato, durante el gobierno de Selim I, y se le rebautizó por ultima vez como Estambul. En 1520 se coronó al hijo de Selim, Suleimán el Magnífico, quien gobierno hasta el año 1566. Durante su gobierno fue la edad de oro de Estambul. Se desarrollaron las artes, incluyendo la caligrafía. El arquitecto real Mimar Sinan fue el encargado de la construcción de más de trescientos edificios. Su obra más hermosa fue la Mezquita Selimiye en Edirne, pese a que la más celebre es la Mezquita de Suleimán.
Daniel Bermejo | ONEIRA, un viaje a tus sueños
ONEIRA club de viajeros
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