En diciembre Oneira CLUB DE VIAJEROS viaja al AÑO CERO de nuestra cultura, a Israel. Nos aguardan experiencias excepcionales, en el axis mundi que representa Israel, Tierra Santa, cuna de las tres grandes religiones monoteístas. Hoy queremos compartir contigo, amigo lector, amiga lectora, una reflexión sobre la importancia de la figura del Jesús legendario, para las religiones cristiana, hebrea e islámica.  Porque todas ellas, de algún modo están vinculadas inevitablemente con la figura de este Jesús histórico, cuyas andanzas descubriremos in situ en nuestro próximo viaje.

Si hay un lugar de encuentro entre las tres grandes religiones monoteístas este es la figura de Jesús. Cada religión le reservará un trato diferente, de mayor o menor importancia, de la que nacerán una gran parte de desacuerdos que aún mantienen. Y a pesar de su presencia en todas ellas, es difícil encontrar otra figura que posea una importancia tan crucial en la historia de la humanidad y de la que sepamos tan poco con seguridad.

En el Cristianismo, como no podía ser de otra manera, Jesús ocupa una posición central; es el hijo de Dios, el Mesías, cuyo sacrificio desinteresado sirve como expiación de los pecados de los hombres. Los diferentes evangelios del Nuevo Testamento recogen con ciertas variantes los acontecimientos más importantes de su vida, soslayando una infancia de la que sólo se ocuparon textos apócrifos no reconocidos por la Iglesia.

El Judaísmo, la tradición que precede y sobre la que se cimenta el cristianismo, no puede aceptar a Jesús como Mesías al no coincidir con las profecías de la tradición judía, a pesar de ser una figura esencialmente judía. Y es que no hay que olvidar que Jesús fue un judío nacido en Judea. La sociedad, los conflictos que vivió y las personas que le acompañaron fueron en su totalidad judíos. Su mensaje circulaba completamente entre los círculos judíos de la época y no fue hasta la llegada de San Pablo como predicador (tras su caída del caballo) que su mensaje se expandió con fuerza por los “gentiles”. El judaísmo no niega la existencia de esta figura que nació en su seno, reconoce su historicidad y su papel como maestro judío de renombre de la época, pero sin ir más allá. Acepta a Jesús, pero no a Jesucristo.

El Islam, por el contrario, y a pesar de lo que podría parecer, va mucho más lejos. A Jesús se  le reconoce como mensajero de Dios, como hacedor de milagros e incluso se le da un lugar prominente en el día del Juicio Final. Lo que rechaza es su crucifixión (en la tradición musulmana se eleva al cielo), lo que conlleva como expiación de los hombres y, sobretodo, se rechaza su filiación con Dios.

Ambas tradiciones, Judaísmo e Islam, integran la figura en su seno rechazando todas aquellas características que pudiesen entrar en contradicción con sus tradiciones. Tres visiones de Jesús para tres religiones, más cercanas de lo que parecen, unidas entorno al significado de esta misteriosa figura que cambió la historia para siempre, unidas y reunidas en torno a una ciudad milenaria, volcada a la historia de las religiones: Jerusalén.

A. Bermejo Vesga

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